En la fría noche del 5 de febrero de 2017, el estadio NRG en Houston se convirtió en testigo de la hazaña más increíble en la historia de los Super Bowls. El Super Bowl LI, que enfrentó a los New England Patriots contra los Atlanta Falcons, no solo fue una batalla épica en el campo, sino que también se grabó en la memoria colectiva como la mayor remontada jamás vista en la historia del evento.
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Los primeros dos cuartos del juego parecían estar fuertemente inclinados hacia los Falcons, que dominaron con un despliegue espectacular tanto en la ofensiva como en la defensiva. Al llegar al medio tiempo, Atlanta lideraba cómodamente con una ventaja de 21-3. A medida que avanzaba el tercer cuarto, los Falcons ampliaron aún más su ventaja, alcanzando un asombroso 28-3.
Sin embargo, el fútbol americano es conocido por su capacidad para giros inesperados, y el Super Bowl LI se convirtió en la personificación de esa imprevisibilidad. Los Patriots, liderados por el legendario mariscal de campo Tom Brady, comenzaron una remontada que dejaría una marca indeleble en la historia del deporte.
Con una serie de jugadas magistrales, los Patriots lograron igualar el marcador 28-28 al final del tiempo reglamentario, forzando así la primera prórroga en la historia del Super Bowl. La tensión en el estadio era palpable mientras los dos equipos se preparaban para el tiempo extra.
En la prórroga, los Patriots continuaron con su dominio, avanzando con determinación hacia la zona de anotación. Finalmente, con un pase preciso de Brady a James White, los Patriots sellaron su destino y completaron la remontada más impresionante de la historia del Super Bowl, ganando el partido 34-28.
El Super Bowl LI no solo fue un enfrentamiento deportivo, sino un drama lleno de emoción, determinación y momentos históricos. La remontada de los Patriots quedará grabada en la memoria de los fanáticos como un ejemplo supremo de la imprevisibilidad y la emoción que el fútbol americano puede ofrecer.