Daniel Velásquez Battaglini || [email protected]
Un refrán popular reza: “Lo que mal comienza, mal termina”, y el hecho es que el Chapecoense comenzó con el pie izquierdo su viaje hacia Medellín, Colombia.
A dos días de ocurrido el accidente se dieron a conocer los detalles exactos por los cuales el avión CP2933 de la aerolínea Lamia Bolivia terminó totalmente destrozado y con 71 de sus 79 pasajeros muertos.
Las primeras de las razones expuestas fue la del mal uso del avión. Según los expertos consultados por medios de comunicación, el aparato no tendría la posibilidad de soportar distancias tan largas (2.265 kilómetros aproximadamente que separan a Santa Cruz de la Sierra y el aeropuerto José María Córdova, Rionegro-Colombia).
Ya con este punto en contra, la historia de aquel vuelo se hizo más trágica cuando a la misma hora en que se aproximaba a su destino, se presentó otra emergencia aérea en el aeropuerto de Rionegro. El otro avión no era otro que el medio de transporte que le fue negado al equipo brasileño para viajar en primera instancia a la ciudad de Medellín, por lo que el destino de aterrizaje también hubiese sido trágico.
Es así, como la torre de control del aeropuerto de Medellín tuvo un día agitado, debido a que dos aviones en peligro estaban solicitando aterrizar de inmediato. Pero la decisión que tomó el punto de giro en las vidas de los jugadores del club Chapecoense, se dio cuando se le ordenó al avión de la aerolínea de Lamia, mantenerse en estado de espera mientras la otra aeronave en apuros hacía su aterrizaje.
Aquella demora hizo que el avión de la tragedia quedara sin gasolina y en consecuencia se generaron problemas eléctricos, pues todos los mandos del tablero se habrían apagado.
En ese instante, pilotos y operadores perdieron el rumbo del avión de Lamia y ocurrió la lamentable noticia.